EL PAPEL DE LOS LAICOS EN
LA DEFENSA DE
LA FAMILIA Y DE LA VIDA
Carta pastoral de Mons.
Rinaldo Bredice, Obispo de Santa Rosa, La Pampa, Argentina
Queridos
sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos consagrados, seminaristas, miembros
de las instituciones y movimientos de apostolado
Queridos
hermanos y hermanas:
En 1917,
cuando la Virgen
María bajó de los cielos a Cova de Iría, les hizo saber a tres
pastorcitos en Fátima, cosas que ellos tardarían en comprender, como aquello de
que "Rusia esparcirá sus errores por el mundo". No sabían ni que era
Rusia.
Pero la
Virgen sabía que en 1884, en su libro "El Origen de la Familia, la Propiedad y
el Estado", un pensador alemán, Frederick Engels, había propuesto la destrucción
de la familia en las bases del comunismo.
Y al tomar
el poder los socialistas, el Estado asumió en Rusia la educación de los chicos
pasando por encima de los padres, implantaron el divorcio, el aborto, se
apoderaron de la base económica de la familia, todo en nombre de la lucha de
clases, etc., etc.
Ochenta y
nueve años después el socialismo marxista parece haber cesado en Rusia. Pero si
escuchamos lo que el
Santo Padre dijo a los presidentes de las Comisiones
Episcopales para la familia y la vida de América Latina el 3 de diciembre
último, veremos que no ha cesado la difusión de esos errores prevista por
Nuestra Señora de Fátima:
Quiero
agradecer, de modo especial, vuestra solicitud pastoral en el intento por
salvaguardar los valores fundamentales del matrimonio y de la familia,
amenazados por el fenómeno actual de la secularización, que impide a la
conciencia social llegar a descubrir adecuadamente la identidad y misión de la
institución familiar, y últimamente por la presión de leyes injustas que
desconocen los derechos fundamentales de la misma. (...).
También en
el ámbito de la vida están surgiendo nuevos planteamientos, que ponen en tela de
juicio este derecho fundamental. Como consecuencia, se facilita la eliminación
del embrión o su uso arbitrario en aras del progreso de la ciencia que, al no
reconocer sus propios límites y no aceptar todos los principios morales que
permiten salvaguardar la dignidad de la persona, se convierte en una amenaza
para el ser humano mismo, quedando reducido a un objeto o a un mero instrumento.
Cuando se llega a estos niveles se resiente la misma sociedad y se estremecen
sus fundamentos con toda clase de riesgos.
En América
Latina, como en todas partes, los hijos tienen el derecho de nacer y crecer en
el seno de una familia fundada sobre el matrimonio, donde los padres sean los
primeros educadores de la fe de sus hijos, y éstos puedan alcanzar su plena
madurez humana y espiritual.
Verdaderamente, los hijos
son la mayor riqueza y el bien más preciado de la familia. Por eso es necesario
ayudar a todas las personas a tomar conciencia del mal intrínseco del crimen del
aborto que, al atentar contra la vida humana en su inicio, es también una
agresión contra la sociedad misma. De ahí que los políticos y legisladores, como
servidores del bien social, tienen el deber de defender el derecho fundamental a
la vida, fruto del amor de Dios (...).
El futuro de nuestra
Argentina se fragua en la Familia.
Si
observamos la realidad de nuestro país con los ojos de la Fe, veremos como se
llevan a cabo todos y cada uno de los ataques a la familia que indica
el Santo
Padre.
Los medios
de comunicación
Tenemos,
como fondo de cuadro, una des-educación continua a través de los medios de
comunicación, los cuales no hacen más que denigrar a los esposos fieles, a los
padres dedicados, a las personas simplemente correctas, acostumbrando con el
adulterio, el concubinato y cualquier relación extramatrimonial escudada en el
romanticismo más tonto, a generaciones enteras de
telespectadores.
¿Qué imagen
se inculca? Todo lo contrario de familia, la sede de la honra, como el propio
Dios quiso cuando mandó a los hijos no sólo amar sino "honrar padre y madre" y,
en consecuencia, a los padres ser dignos de honra (1).
¡Y qué
gigantesco "ensuciado" cerebral se hace cuando los hijos tienen méritos al ser
transgresores!
Una legislación
antifamiliar
Además del
ensañamiento antifamiliar que manifiesta nuestro macrocapitalismo publicitario,
recae una legislación que encima de implantar el divorcio pretende injustamente
igualar la familia a otras articulaciones entre personas.
Observemos
que el matrimonio es una institución decisiva e insustituible para el bien común
de los pueblos. La situación legal del matrimonio -unión de un varón y una
mujer- así como los privilegios que le son propios, constituye, desde el punto
de vista sociológico, el reconocimiento a la inconmensurable contribución que el
estado conyugal hace a la sociedad, en particular al dar la vida a nuevas
generaciones que la familia educa e integra en sociedad.
Cuando para
no comprometerse, el hombre y la mujer, se niegan a dar forma jurídica y pública
a un vínculo que implica la intimidad sexual -tal vez por falta de confianza en
el otro, o en sí mismo, o en el porvenir, o por incapacidad de unirse mediante
compromisos a largo plazo- crean simplemente una situación de hecho que se llama
concubinato.
Así como
otra situación de hecho es la relación de dos hombres o dos mujeres que
experimenten una atracción exclusiva o predominante hacia personas del mismo
sexo -cerrándose al don de la vida y que no procede de una verdadera
complementariedad afectiva y sexual- lo que lógicamente no puede equipararse con
el vínculo de familia, basado en la unión conyugal la cual hunde sus raíces
precisamente en ese complemento natural que existe entre el hombre y la
mujer.
Esas cosas acá no pasan
nunca...
Y porque
siempre hay quienes piensan que esas cosas acá no pasan nunca... tengo que
recalcar no sólo la legislación proyectada sino la que está vigente, porque ya
existe en la Capital Federal y se proyecta a nivel nacional una injusta
equiparación entre el matrimonio y la unión entre personas del mismo
sexo.
La familia,
fundada en el matrimonio, constituye un "patrimonio de la humanidad", una
institución social fundamental; es la célula vital y el pilar de la sociedad y
esto afecta tanto a creyentes como a no creyentes. Es una realidad por la que
todos los Estados deben tener la máxima consideración, pues, como solía repetir
Juan Pablo II, "el futuro de la humanidad se fragua en la familia" (2), dijo
el Santo Padre
este sábado 13 de mayo de 2006, aniversario de la primera aparición en
Fátima.
¿El embrión es "qué" o es
"quién"?
Para no caer
en los enredos con que nos quieren confundir hay que enfrentar una pregunta
fundamental: eso que se gesta en las entrañas de la mujer ¿es qué o es quién?
¿El embrión es un quiste, es un cáncer o es un ser humano?
Y resulta
provechoso que la respuesta la de, en primer lugar, la biología. Esto porque, como no
existen dos verdades, no puede alegarse oposición entre Fe y Ciencia, entre
Cultura y Ciencia. Cuando la Biología nos aclare, el Obispo hará su apreciación
teológica y moral, y el abogado su encuadramiento jurídico, y también el
sociólogo, etc., etc.
Así pues, a
la luz de los logros más recientes, la biología -y en particular la embriología-
ya reconoce universalmente que el momento que marca el inicio de la existencia
de un nuevo "ser humano" está constituido por la penetración del espermatozoide
en el oocito (3).
Si sobre
esos logros de la embriología moderna aplicamos los criterios de la
interpretación filosófico-antropológica y religiosa, podremos percibir los
grandes valores que todo ser humano, aunque sea en la fase embrional, expresa y
lleva consigo.
Y, por
consiguiente, afrontar la cuestión fundamental del status moral del embrión
tomando en cuenta criterios "intrínsecos" al embrión mismo, en vez de aducir
razones fundadas en criterios "extrínsecos" (es decir, partiendo de factores
externos al embrión mismo), modo de proceder que no es idóneo dado que todo
posible juicio acabaría por basarse en elementos totalmente convencionales y
arbitrarios.
¿Asesinato prenatal o
Interrupción del embarazo?
Repitamos
con la embriología: la penetración del espermatozoide en el oocito marca el
inicio de la existencia de un nuevo ser que: a) es de la especie humana; b) es
un ser individual; c) y es un ser que posee en sí la finalidad de desarrollarse
en cuanto persona humana y a la vez la capacidad intrínseca de realizar ese
desarrollo.
Precisamente
a partir de los datos biológicos, no existe ninguna razón significativa que
lleve a negar que ya en esta fase el embrión es persona. Y en apoyo de esta
posición, la enseñanza de la Iglesia sobre la animación inmediata, aplicada a
todo ser humano que viene a la existencia, resulta plenamente coherente con su
realidad biológica: "Porque tú mis riñones has formado, me has tejido en el
vientre de mi madre; yo te doy gracias por tantas maravillas: prodigio soy,
prodigios son tus obras. Mi alma conocías cabalmente", dice el Salmo (Sl 139,
13-14), refiriéndose a la intervención directa de Dios en la creación del alma
de todo nuevo ser humano.
Consecuencias lógicas
ineludibles
Desde el
punto de vista del derecho y la moral, el simple hecho de estar en presencia de
un ser humano (y sería suficiente incluso la duda de encontrarse en su
presencia) exige en relación a él el pleno respeto de su integridad y dignidad:
todo comportamiento que de algún modo pueda constituir una amenaza o una ofensa
a sus derechos fundamentales -el primero de los cuales es el derecho a la vida-
ha de considerarse gravemente inmoral e ilícito, un pecado que clama a Dios por
venganza.
Para amar la
posición que nos enseña la Santa Madre Iglesia es
importante tener en claro un punto: ese quien que está protegido en el vientre
de la mujer, tiene la misma dignidad que su madre y su padre; y los mismos
derechos fundamentales. Quemarlo químicamente, impedir su implantación con
bombardeos hormonales o alambres instalados en el nidito que la naturaleza le
prepara, expelerlo con fármacos violentos o descuartizarlo para arrancar los
pedazos, eso que es el aborto, constituye una crueldad asesina más grave aún de
lo que sería cometer iguales atrocidades con sus padres.
Así
comprendemos que al tratar de los delitos contra la vida y la libertad del
hombre, la Iglesia determina en el Canon 1398 del Derecho Canónico que quien
procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae,
es decir, automáticamente, y reserva su absolución al Obispo o un sacerdote
delegado.
Arrancar a la criatura
del vientre de su madre o impedir la anidación
Para que
quede en la memoria, reiteremos que es un asesinato intrauterino no solamente
arrancar a la criatura del vientre de su madre, sino todas los procedimientos
conducentes a impedir la anidación como, por ejemplo, los dispositivos
intrauterinos (DIU) que mecánica (y a veces también hormonalmente) provocan una
inflamación crónica, que impide la implantación del embrión; o todas las drogas
presentadas como anticonceptivos pero que trastornan la motilidad de las
trompas, o modifican el desarrollo del endometrio e impiden la anidación,
horroroso ejemplo de los cuales son las inyecciones trimestrales "de depósito"
como el acetato de nextroxiprogesterona, o los implantes subcutáneos. Todos
ellos tan asesinos prenatales como los tóxicos RU 846 o "píldora del día
después", un verdadero pesticida humano que actúa separando poco a poco el
embrión de la madre y lo mata lenta e inexorablemente, o las prostaglandinas
vendidas perversamente como antiulceroso y que provocan la expulsión del niño
por nacer.
Esta
reiteración se hace necesaria porque con toda desfachatez se distribuyen en
nuestra Diócesis esos preparados funestos, se los difunde en donde se debería
promover la vida, y hasta se pretende recomendarlos a los adolescentes por medio
de inicuos programas enmascarados como de salud reproductiva o iniciación en el
desorden sexual.
Definida política
antifamiliar
Basta
recorrer la lista de Proyectos de Ley en curso en el país, para ver hasta donde
se pretende llegar en materia de destrucción de la familia: violación de la
patria potestad con la adoctrinamiento obligatoria de todos los menores en una
nueva moral "sexual" determinada por el partido gobernante; esterilización a
pedido en la red de salud pública que no da abasto para cumplir el papel para el
que fue creada; modificar la posición de la Argentina en las Naciones Unidas,
para reconocer "derechos" a los desvíos en sexualidad; insistencia del Poder
Ejecutivo sobre el Senado para la ratificación del Protocolo Opcional de la
Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la
Mujer (CEDAW), protocolo que -además de violar nuestra soberanía al exponernos a
toda suerte de presiones para "promover cambios en la legislación y la práctica
nacionales"- considera específicamente en su Preámbulo la penalización del
aborto como una discriminación "de los derechos humanos de la mujer"; y el
Decreto "Hacia un Plan Nacional contra la Discriminación" -calificado por la
Corporación de Abogados Católicos como "un plan maestro" contra la familia, que
fija, entre múltiples objetivos, "garantizar ... la defensa y promoción de los
derechos de las personas con diferente orientación sexual e identidad de género"
retórica que esconde una ya identificada ideología antinatural, anticatólica y
atea que busca "desconstruir" -o sea, reformular- la familia y, por ella, a la
sociedad misma.
Nada en
cambio para favorecer a la familia en un sentido positivo como, por ejemplo:
reintegros a las familias numerosas en materia de gastos educativos, de
alquileres y servicios, reducciones impositivas cuando mantienen en el hogar a
sus personas mayores... todo lo contrario, parecería que se pretende impedir una
sana prosperidad persiguiéndola con cargas impositivas que inhiben la formación
de sólidos patrimonios familiares, expresión tangible del amor de los padres por
sus hijos, y ámbito de los hijos alrededor del núcleo familiar.
Ante la "
desconstrucción", o mejor dicho, ante la destrucción de la
sociedad...
La cuestión
interpela a cada uno, y especialmente a quien "por Gracia de Dios y de
la Santa
Sede" debe responder como Pastor, un Pastor que encara la
"desconstrucción", o mejor dicho, la destrucción de la sociedad... problemática
definida como secular pero que mina desde sus cimientos a la Iglesia doméstica,
base de la educación en la Fe y cuna del amor a Dios y al
prójimo.
Justamente
en el Directorio para el Ministerio Pastoral APOSTOLORUM SUCCESSORES, se nos
precisa a los Obispos nuestro deber de despertar en los fieles laicos el sentido
de su vocación cristiana, como piedras vivas de la Iglesia, que por el Bautismo
y la Confirmación participan de la vocación universal a la misión
apostólica.
Recae
-leemos en Apostolorum Successores- sobre los laicos el peso y el honor de
difundir el mensaje cristiano, con el ejemplo y la palabra, en los diversos
ámbitos y relaciones humanas en que se desenvuelve su vida: la familia, las
relaciones de amistad y de trabajo, el variado mundo asociativo secular, la
cultura, la política, etc. Esta misión laical no es sólo una cuestión de
eficacia apostólica, sino un deber y un derecho fundado en la dignidad
bautismal.
La
característica peculiar de vida que distingue a los fieles laicos (sin
separarlos de los sacerdotes y de los religiosos) es la secularidad, que se
expresa en el "tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos
temporales y ordenándolos según Dios", de modo tal que las actividades seculares
sean ámbito de ejercicio de la misión cristiana y medio de santificación.
Y determina
la Apostolorum
Successores: "El Obispo promueva la colaboración entre los
fieles laicos a fin de que juntos inscriban la ley divina en la construcción de
la ciudad terrena". Es este
el mensaje de nuestra Pastoral.
Defensa de la familia:
papel de los laicos en la evangelización de la cultura
Aprovechando
sus precisiones, seguimos extrayendo del Directorio para los Obispos, que para
la construcción del orden temporal según el orden querido por Dios, los fieles
laicos, inmersos como están en todas las actividades seculares, tienen un papel
importante en la evangelización de la cultura desde dentro, recomponiendo así la
fractura, que se advierte en nuestros días, entre cultura y
Evangelio.
Entre los
sectores que tienen mayormente necesidad de la sensibilidad del Obispo para con
la específica contribución de los laicos, emergen:
a) La
promoción del justo orden social que ponga en práctica los principios de la
doctrina social de la Iglesia. Especialmente
quienes se ocupan de modo profesional de dicho ámbito deben ser capaces de dar
una respuesta cristiana a los problemas más íntimamente ligados al bien de la
persona, como: las cuestiones de bioética (respeto de la vida del embrión y del
moribundo); la defensa del matrimonio y de la familia, de cuya salud depende la
misma humanización del hombre y de la sociedad; la libertad educativa y
cultural; (...) b) La participación en la política, a la que los laicos
renuncian a veces, movidos quizás por el desprecio del arribismo, la idolatría
del poder, la corrupción de determinados personajes políticos o la extendida
opinión de que la política es un lugar de inevitable peligro moral (4). Esta es,
en cambio, un servicio primario e importante a la sociedad, al propio país y a
la Iglesia, y es una forma eminente de caridad para con el prójimo. (...) Cuando
la acción política se confronta con principios morales fundamentales que no
admiten derogación, excepción o compromiso alguno, el empeño de los católicos
resulta más evidente y pleno de responsabilidad, porque ante tales exigencias
éticas fundamentales e irrenunciables está en juego la esencia del orden moral,
que atañe al bien integral de la persona. Es el caso de las leyes
civiles en materia de aborto, de eutanasia, de protección del embrión humano, de
promoción y tutela de la familia fundada sobre el matrimonio monógamo entre
personas de sexo diverso y protegida en su estabilidad y unidad, en la libertad
de educación de los hijos por parte de los padres, de las leyes que tutelan
socialmente a los menores y liberan a las personas de las modernas formas de
esclavitud, así como las leyes que promueven una economía al servicio de la
persona, la paz y la libertad religiosa individual y colectiva. En estos casos,
los católicos tienen el derecho y el deber de intervenir para recordar el
sentido más profundo de la vida y la responsabilidad de todos por ella, y para
tutelar la existencia y el porvenir de los pueblos en la formación de la cultura
y de los comportamientos sociales. Los católicos empeñados en las Asambleas
legislativas tienen la concreta obligación de oponerse a cualquier ley que
atente contra la vida humana.(...) c) Corresponde también a los laicos la
evangelización de los centros de difusión cultural, como escuelas y
universidades, los ambientes de investigación científica y técnica, los lugares
de creación artística y de reflexión humanística, y los instrumentos de
comunicación social, que hay que dirigir rectamente, de modo que contribuyan al
mejoramiento de la misma cultura (5). d) Comportándose como ciudadanos a todos
los efectos, los laicos deben saber defender la libertad de la Iglesia en el
cumplimiento de su propio fin, no sólo como enunciado teórico, sino también
respetando y apreciando la gran ayuda que ella presta al justo orden social.
Esto comporta, en particular, la libertad de asociación y la defensa del derecho
a impartir la enseñanza según los principios católicos.
No nos
disculpamos de lo extenso de la transcripción porque coincide con lo que nuestra
Diócesis -y no dudamos en afirmar que todo el país- precisa en este momento:
"Hágase Tu voluntad, así en la tierra como en el Cielo". ¿No es esto lo que los
Pastores, y todos cuantos hemos recibido el Sacramento del Orden, debemos
incentivar en los fieles laicos?
Resistir la embestida de
la descristianización
Pero no
caigamos -nosotros mismos- en el ingrato repudio hacia todo lo sobrenatural con
el que nos pretende desplazar el laicismo contemporáneo.
Si en
Fátima, nuestra Madre celestial
advirtió sobre la diseminación de estos errores, también dijo que venía a traer
a la tierra la devoción a su Corazón Inmaculado.
Comencemos
ahí mismo. Consagremos nuestras familias al Inmaculado y Sapiencial Corazón de
María Santísima y al Sagrado Corazón de
Jesús.
Recemos en
familia:
¡Oh María
Santísima!, reconocemos a Jesucristo como Rey del Universo y a Vos como Reina y
Señora de todo lo creado.
Ejerced
sobre nosotros todos vuestros derechos.
Renovamos
nuestras promesas del bautismo, renunciando a Satanás, a sus pompas y sus obras.
De modo
especial nos proponemos utilizar todos los recursos a nuestro alcance para hacer
triunfar los derechos de Dios, de la Santa Iglesia y de la sagrada
institución de la familia.
¡Oh
Sagrado
Corazón de Jesús!, ¡oh Sapiencial e Inmaculado Corazón de
María!, nosotros os ofrecemos nuestras pobres acciones para que los hombres
reconozcan vuestra realeza y el Reino de vuestra paz -que prometisteis en
Fátima- se establezca en todo el universo. Así sea.
También en Fátima,
en la aparición del 13 de octubre de 1917, los tres pastorcitos vieron al lado
del sol a San José con el Niño Jesús y junto Nuestra Señora del Rosario. Era
la Sagrada
Familia, modelo de virtudes domésticas en la cual deben
inspirarse todas las familias cristianas para robustecerse, asentadas sobre la
pureza de costumbres y la Fe, y así contribuir decisivamente a regenerar la
sociedad toda.
Es por ello
que, siguiendo al gran Obispo San Antonio María Claret, quien instruía
a sus fieles: "A Dios rezando y con el mazo, dando", los exhorto a resistir la
embestida de la descristianización hablando, despertando a los otros,
interviniendo, poniéndonos a disposición de quienes ya se empeñan, peticionando
a las autoridades, haciendo oír nuestra voz que es la de muchos y tiene la
fuerza de aquello que el propio Nuestro Señor nos enseñó a pedir:"Venga a
nosotros Tu Reino".
Para
concluir, deseamos hacer nuestras palabras que el Santo Padre Benedicto XVI pronunció al
final del rezo del Vía Crucis en el Coliseo, el Viernes Santo 14 de abril de
2006: " ...En la cruz de Cristo
hoy hemos visto el sufrimiento de los niños abandonados, de los
niños víctimas de abusos; las amenazas contra la familia; ... así hemos
comprendido que el vía crucis no es algo del pasado y de un lugar determinado de
la tierra.
La cruz del Señor abraza al mundo entero; su vía crucis
atraviesa los continentes y los tiempos. En el vía crucis no podemos limitarnos
a ser espectadores. Estamos implicados también nosotros; por eso, debemos buscar
nuestro lugar. ¿Dónde estamos nosotros?
En el vía
crucis no se puede ser neutral. Pilatos, el intelectual escéptico, trató de ser
neutral, de quedar al margen; pero, precisamente así, se puso contra la
justicia, por el conformismo de su carrera.
Debemos
buscar nuestro lugar. ... Hemos comprendido que el vía crucis no es simplemente
una colección de las cosas oscuras y tristes del mundo.
El vía
crucis es el camino de la misericordia, y de la misericordia que pone el límite
al mal... Pidamos al Señor que nos ayude, que nos ayude a ser "contagiados" por
su misericordia. Pidamos a la santa Madre de Jesús, la Madre de
la misericordia, que también nosotros seamos hombres y mujeres de la
misericordia, para contribuir así a la salvación del mundo, a la salvación de
las criaturas, para ser hombres y mujeres de Dios. Amén."
Agrego una
súplica a Santa Rosa, Patrona de la Diócesis, que nos bendiga y a
la Santísima
Virgen que, cuanto antes, se cumpla la maternal promesa hecha
en Fátima: "Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará".
9 de Julio de 2006,
Clausura del V Encuentro Mundial de las Familias
Notas
[1] Honra a
tu padre y a tu madre, para que vivas largos años sobre la tierra que te ha de
dar el Señor Dios tuyo Ex 20 12
[2] Cfr.
Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los participantes en la Asamblea Plenaria
del Consejo Pontificio para la Familia, Sábado 13 de mayo de 2006
[3]
Pontificia Academia para la Vida; Declaración final de la XII Asamblea
General.
[4] Cf. Juan
Pablo II, Exhortacion Apostólica Christifideles laici postsinodal,
42.
[5] Cf. Juan
Pablo II, Carta Encíclica Redemptoris missio, 37; Exhortación Apostólica
postsinodal Christifidelis laici, 44; Pablo VI, Exhortación Apostólica
postsinodal Evangelii Nuntiandi, 20.